Así Soy (Autobiografía ELF – 2ª Parte)
sábado, marzo 29, 2008
Mis padres se separaron cuando yo tenía cuatro años (tardaron algo más en divorciarse, porque todavía no era legal hacerlo), de modo que mi madre, mi hermana y yo nos fuimos a vivir a Alcantarilla (un pequeño pueblo muy cercano a Murcia) y mi padre se fue a vivir a Madrid (que era donde realmente quería estar).
Me cuentan de aquella época que yo me volví especialmente violento, y que el motivo principal era el haberme visto a tan temprana edad privado de la compañía de mi padre. Puede ser, aunque es cierto que albergo diversas teorías al respecto. El caso es que a poco que alguien en el recreo me molestara yo iba y le atizaba casi sin mediar palabra.
Yo recuerdo vagamente el pequeño piso en el que vivíamos. Compartía habitación con mi hermana (con la que me llevaba un año, siendo yo el mayor) y eso también ocasionaba no pocas disputas. Teníamos una pequeña habitación con dos camas, y las paredes estaban adornadas con cuadros de payasos amarillos y naranjas. Lo sé porque era la última cosa que miraba antes de que mi madre apagara la luz por las noches.
De Alcantarilla también me ha quedado grabado a fuego unas paperas que pasé y que me dejaron medio atolondrado por una temporada. Fue la primera de una larga sucesión de enfermedades, entre ellas la extraña y ya prácticamente desaparecida escarlatina (me encantaba decirle a la gente que la había tenido, porque me resultaba fascinante el nombre).
Hablamos ahora con Sebastián Parcelas, compañero de recreo de Enrique Laso en aquellos años:
– Sí, si que lo recuerdo. Era un poco canijo, pero tenía muy mala leche. Te soltaba una galleta casi nada más verte. Creo que estaba acomplejado, o algo así. ¿Cómo? ¿Que si aparte de eso me llamó algo la atención de él? Bueno… espere un momento. Sí, ¡ya sé! El muy idiota siempre iba con los bolsillos llenos de estupideces y en las hebillas de los pantalones colgaba decenas de llaveros, ¿sabe? No sé, creo que los coleccionaba. Yo tenía la sensación de que el pobre no crecía hundido por el peso de tanta tontería.