CUENCA
sábado, enero 13, 2007
He pasado unos agradables días en Cuenca. Siempre que regreso a esta pequeña ciudad tengo la sensación de entrar en un mundo mágico, en un lugar en el que el tiempo se ha empecinado en no avanzar, y mantener callejuelas, cuestas empinadas, senderos de ensueño… Me sucede también cuando viajo a Toledo, a Segovia, a Ávila, a Trujillo, a Cáceres…
Cuando algún conocido me pregunta acerca de mis numerosos viajes al extranjero, siempre le respondo que prefiero España (sin pratioterismos), que me gustan esas visitas tranquilas por lugares entrañables y poblados (en su mayoría) de gentes amables, de esas que aún dejan las puertas de sus casas abiertas y se detienen con una sonrisa en los pasos de cebra…
Ir a Cuenca me reconcilia con el mundo. Pasear por la noche por el casco antiguo, casi desierto, es un placer que no hay dinero en el mundo que pueda pagar. Caminar por las lindes de las hoces del Huécar o el Júcar deja el alma y el cuerpo en un estado de reposo y tranquilidad absolutas.
Os dejo algunas fotos. La primera es en uno de los dos sensacionales museos de arte contemporáneo, en los que se apiñan, sobre todo, Sauras y Millares, pero bien acompañados de Bonifacios, Chillidas, Casamadas, Gordillos… e incluso algún que otro Wharhol.
Cuenca, imprescindible…