¿Por qué?
lunes, julio 24, 2006
Lo cierto es que no hay explicación…
El sábado cumplí 34 años. Pronto hará exactamente 15 años que una noche me metí en la cama con dos cajas de Valium 10 y un par de Vodkas en el estómago: a los pocos minutos entré en un sueño placentero y profundo que debiera no haber terminado jamás. Pero un error de cálculo hizo que tres días después me despertara en una UCI con el cuerpo lleno de tubos. Desde entonces, tengo la extraña sensación de que cada día que pasa es una cosa extraña, ajena, involuntaria al devenir del que hubiera sido mi destino. Aquellos días me contaron que perdí muchas neuronas, debido al coma respiratorio. No sé, quizá eso explique mi grado actual de imbecilidad. Algunos años después, alguien a la misma edad que yo (19 años) tuvo más éxito y nos dejó (en el futuro hablaré de él en este blog). Una de las personas que más me ha querido y que más me ha admirado.
En estos quince años han sucedido muchas cosas: he sacado adelante dos carreras, dos máster de prestigio, he ganado algunos premios literarios, he publicado dos libros, he cambiado tres veces de ciudad (Valencia, Barcelona, Madrid) y cinco de domicilio, he asumido puestos de alta dirección en grandes empresas, he ganado bastante dinero (sueldos que han llegado a avergonzarme), he ido en las listas por el PSOE al congreso en unas elecciones, he aprendido a hablar inglés dignamente, he visitado más de 30 países (puestas de sol en México y Colombia, amaneceres en Japón o China, desayunos en Francia y Bélgica, comidas exóticas en Malasia o India…), he cambiado cinco veces de «mejor amigo» y conocido a cientos de personas maravillosas, he compartido casi todo el tiempo con Elena y, lo mejor de todo, he tenido con ella una hija preciosa, María.
Y, sin embargo, cuando me encierro en mi cuarto (con fecuencia) y contemplo los libros que atiborran las estanterias recuerdo lo que me empujó a ingerir aquellas pastillas azuladas y casi diminutas… y no me arrepiento de lo que hice, nunca lo he hecho.
Y cuando me acuesto pienso: ¿Por qué? Y recuerdo aquellas acertadísimas palabras de Cortázar:
«En fin, literatura…»