El Camino de la Autodependencia

elcamino El Camino de la Autodependencia

lunes, diciembre 26, 2005

Hoy puse un comentario en el blog de mi hermana recomendándole la lectura de un libro de Bucay (el que da título a este post), y luego pensé que sería bueno recomendarlo a todos los amigos que pasáis por el mío. Es un libro cortito, de lectura amena y que, en edición de bolsillo, no cuesta ni nueve euros. Lo importante es lo que nos cuenta, y ser capaces de asumirlo y vivir con esa nueva perspectiva en la mente (si queremos…).
Bucay nos habla de la «autodependencia», es decir, de la dependencia de nosotros mismos para ser felices, y no de los demás: de lo que piensen de nosotros, de que nos quieran, de que nos den su aprobación, de que nos concedan una oportunidad, de que… No, no y no. Seamos sinceros, nuestra vida depende en gran medida de nuestras propias decisiones, aunque siempre nos guste buscar excusas que remedien el echarnos la culpa a nosotros mismos. Y no es que Bucay nos diga que no son importantes los demás, nada más lejos de su intención, sino que primero somos nosotros y después lo que venga, y esa es la única manera de ser verdaderamente felices y de hacer felices a los que nos rodean (que serán aquellos que de verdad nos quieran y a los que de verdad queramos).
Cuando era sólo un niño tenía un gran problema: me gustaba jugar a la bolsa y a los países, y a ningún otro niño le gustaba ese juego. Tenía dos opciones: adaptarme al resto y jugar a lo que a ellos le gustaba o jugar yo solo (y esperar a encontrar quizá a un compañero). Elegí lo segundo, y con el paso del tiempo encontré personas a las que les gustaba el juego. Esto es ser autodependiente, aunque yo no lo sabía entonces. Había una tercera opción, terrible: imponer a otros a jugar a mi juego (a pesar de que les aburriese terriblemente). Mucho mejor dejarlos a ellos jugando a sus juegos y jugar yo al mío. Esto último hay ocasiones que se interpreta como tiranía (sólo quiere obligar a los demás a jugar a lo que a él le gusta… pero no, no se obliga a nadie, que cada uno haga lo que quiera). Y es que la autodependencia muchas veces supone ignorar al otro, y eso es muy mal recibido por los que «nos quieren bien».
Como le decía a mi hermana cuando sólo era una niña, y la veía persiguiendo a la gente para que la quisiera (renunciando a ser ella misma): sé feliz con los demás, pero que tu felicidad no dependa de nadie. Cada día que pasa ella también es más autodependiente.
Como le gusta decir a mi hija (8 años) y yo siempre le felicito por decirlo: «cada cual es como es».

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