La imposibilidad de ser feliz
martes, octubre 18, 2011
¿Qué es la felicidad? ¿Es posible ser realmente feliz en este mundo? No lo creo…
Disfruto de enormes momentos de felicidad. Aunque fugaces, iluminan todo lo que pueden una existencia oscurecida por el entorno. Pero son eso, instantes limitados que pronto se mitigan. La realidad vuelve a golpearme y me pone en mi sitio.
Vivimos en una sociedad injusta y terrible. Sólo por señalar un par de ejemplos entre decenas y decenas, basta pensar por unos segundos en Libia o en Haití para que una desazón terrible invada a cualquier alma sensible.
Cada día mueren miles de niños inocentes de hambre, explotados, masacrados… Cada día son torturadas, violadas y/o asesinadas miles de personas en este planeta, personas que no han hecho nada para merecer tan trágico y lamentable final…
Cada día nos sentamos a comer, tomamos unas cañas, hablamos de nuestra «crisis», vemos el fútbol o vamos al cine… mientras media humanidad se pudre olvidada por nosotros, los «ricos».
¿Es posible, si se tiene un mínimo de empatía, ser feliz en un mundo así?
Los creyentes tienen algunos linimentos que les alivian: Dios lo ha querido así, les espera el cielo, los malvados tendrán su castigo… No está mal para calmar conciencias y aceptar la realidad sea la que sea.
Yo, que soy ateo, no tengo asidero. Mi conciencia sabe que un niño muerto de hambre, violado, explotado o cruelmente asesinado ha tenido esa existencia y ya está. No hay cielo para él. No hay dios ni salvador ni justiciero. Ese niño no ha conocido otra cosa que el resultado de un mundo violento, cínico y egoísta que lo olvida en un rincón de Asia, África o América…
¿Es posible ser feliz? Cada vez que disfruto corriendo con mi hija, yendo al cine con Elena, tomando algo con los amigos, escribiendo… llega la noche, y es entonces cuando esos niños de Haití, esas personas que luchan por su libertad en Libia aguantando torturas, esas mujeres que lloran en Etiopía por sus hijos muertos de hambre… me asaltan, invaden mi mente y mis sueños con sus gritos, con su dolor infinito, con sus ojos suplicantes que yo ignoro cada día…
Hago algo para ayudar. Muy poco, realmente. La mayoría hacemos muy poco realmente. Preferimos seguir con nuestra vida, quejarnos de nuestra mierda de «crisis», apartar la mirada del telediario o negar esa realidad que está tan lejos, que está tan cerca…
Mi conciencia, la única parte que realmente merece la pena de todo mi ser, se cobra su fiera venganza, y por las noches me acecha y me acosa con una pregunta que tiene una respuesta sólida y contundente: NO.
Enrique… ¿es posible que seas feliz en este mundo?