#CORRER lesionado: ¡no lo hagas!
jueves, junio 25, 2015
Es más fácil predicar que dar trigo. Es mucho más sencillo decirle a los demás lo que deben o no deben hacer que aplicarse uno mismo el cuento.
A principios de año debía tomar una decisión: qué distancia entrenar a tope para estar en el Campeonato de España de Veteranos. Yo quería competir en el 5.000, pero realicé unos test y el resultado fue el que esperaba, y el que menos me convenía: sólo en el 800 tenía una marca decente.
Mi traumatólogo y mi fisio hicieron una previsión:
-Si entrenas fuerte el 5.000 tienes un 50% de posibilidades de lesionarte
-Si entrenas fuerte el 1.500 tienes un 80% de posibilidades de lesionarte
-Si entrenas fuerte el 800 tienes un 100% de posibilidades de lesionarte
La temporada comenzó de manera fabulosa. Pese a no haber entrenado los malditos y agobiantes 800ML desde hacía más de dos décadas, mis tiempos no estaban mal, y me colé en la Final A del Campeonato de España de Vetaranos en PC (que además era en mi querida San Sebastián, nada menos que al lado del Estadio de Anoeta). Mi carrera fue un desastre, pero había merecido la pena estar nuevamente compitiendo con los mejores, y sabía que tenía un margen de progreso brutal.
Aunque estaba perdiendo fondo (a medida que ganaba velocidad) corrí algunas populares de 5Km, con marcas aceptables, puestos de privilegio y algún que otro trofeo. Genial.
Llegó por fin mayo, ¡por fin el calor! Mi puesta a punto iba a todo trapo, y bajaba segundos a mi marca en el 800 casi cada semana. Ya estaba en 2’14» (todavía lejos de mi objetivo de 2’07», pero en el camino). Y de repente llegó, por tercer año consecutivo, la maldita lesión. Estaba haciendo unas series de 200. Tocaban 12 ese día, y ya había hecho 11. La última en 30» raspados. Buen trabajo. Te puedes ir a casa. No, ¡espera!, falta una, estás como un tiro, vamos a por ella, vamos a hacerla en 28».
Allí estaban los chiquillos a los que suelo ver entrenar, y muchos amigos y conocidos, precisamente en la pista en la que entreno desde hace años, en la José Caballero de Alcobendas (¡justo donde se celebra el Campeonato de España, lo que es como correr en casa!) y salgo disparado. Tomo la curva como un lince, me siento ligero como un guepardo que acelera sin esfuerzo, y al tomar la recta de meta siento un latigazo en el cuádriceps, a la altura casi de la cadera. Estoy cojo, no puedo casi ni caminar. Me cago en…
Descanso, sólo dos días. Vuelvo a entrenar, pero sé que no puedo apretar o me romperé, me romperé en mil pedazos, como si mis piernas fueran de porcelana. Mierda. Se va pasando el dolor, va bajando la inflamación. Llega el Campeonato de Madrid. Compito en el 800. La primera vuelta me la tomo con tranquilidad, en la cola del grupo, corriendo sin esfuerzo. Paso en 1’09» por el 400. Ha llegado el momento de cambiar, de acelerar a tope y de completar una segunda vuelta de ensueño. Me da de nuevo un latigazo y me tengo que retirar. No recuerdo la última vez que me he retirado de una carrera…
Este fin de semana estoy apuntado en 1.500ML y en 800ML. No he acreditado ningún tiempo desde enero, por lo que no estaré en la Final A. Mis marcas dan pena. No debería correr. Se me duerme el cuádriceps debido a la presión que ejerce sobre el nervio, que queda comprimido contra la cadera. No debería correr, es posible que me rompa, pero lo voy a intentar. Es posible que me retire, pero no puedo dejar de intentarlo.
Escribo guías sobre runningen las que explico que no debes correr con dolor, en las que hablo de salud y de escuchar a tu cuerpo y hacerle caso cuando te pide que pares. Resulta sencillo escribir, pedirle a otro que descanse y que sea juicioso. Es lo que debo escribir, faltaría más. Sin embargo, yo no me aplico el cuento y correré, porque no entiendo otra forma de hacer las cosas, casi desde que nací. Yo voy a hacer una estupidez, espero que tú no seas tan insensato y jamás corras lesionado.