Rothko

miércoles, mayo 21, 2008

Vuelvo a hablar de un pintor, tras un extraño paréntesis que me ha mantenido alejado de esta manifestación artística por la que siento una especial fascinación.

Mark Rothko (1903-1970) era letón de nacimiento, aunque estadounidense de adopción, ya que emigró a Oregón siendo muy niño. Tuvo una sólida formación académica, aunque en el ámbito de la pintura podemos considerarlo un autodidacta.

Yo descubrí a Rothko recién iniciada la adolescencia, allá por 1985, y recuerdo que su cuadros me produjeron un profundo impacto, casi espiritual, cuando entonces ya me había entregado por completo a los brazos del ateísmo.

Rothko se inicia como pintor primero en el surrealismo y luego lentamente va virando hacia el expresionismo, que alcanza fuertes niveles de abstracción a partir de 1950, cuando concibe un estilo propio que luego desarrollará hasta el fin de sus días.

Las obras más conocidas de Rothko representan habitualmente rectángulos dispuestos de manera parelale (dos o tres) en diferentes tonalidades, y con bordes manifiestamente difusos. Conforme va madurando utiliza tonalidades cada vez más oscuras, y son éstas precisamente las que suscitan en mayor medida mi interés y devoción.

Rothko era bastante creyente, y muchas de sus obras se encuentran en iglesias, formando composiciones que tratan de albergar un mensaje místico. La verdad es que sus cuadros, la mayoría de gran formato, logran mediante la contemplación una especie de sublimación del pensamiento, llevándonos más allá mentalmente de lo que las sencillas composiciones en apariencia podrían.

Este genial pintor terminó suicidándose, seguramente arrastrado por un estado depresivo al que coadyuvaron el alcohol y otras dogras.

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